ADIÓS A CLARIDAD Y CORTESÍA
El único diarismo permitido será lograr sobrevivir
Rael Salvador
raelart@hotmail.com
“Una verdad normal para hombres que mienten”.
W.H. Auden
Lo decía el maestro Ortega y Gasset: “La claridad es la cortesía del filósofo”.
No soy filósofo, pero iniciaré por las obviedades: mi “claridad” llama a las cosas por su nombre y al hacerlo pierde “cortesía”.
La columna no va más y hasta ahí me permito abundar sobre el trasfondo del tema.
689 fue el número de columnas publicadas en la edición diaria de El Vigía – algunas malas y otras peores, pero muchas de ellas patrocinadas por la gloria del estilo y la bendición de la oportunidad — con el nombre irónico de Claridad y Cortesía, de enero de 2010 al día de hoy, que poéticamente desaparece para dar paso de aquí en adelante a tres entregas por semana – lunes, miércoles y viernes — con mi ya usual “Crítica de la razón cínica”, manejada con anterioridad en este mismo periódico
La diferencia es contundente, paso del apunte al ensayo, del bosquejo y la estampa al planteamiento y la propuesta. No vaya a ser que salga peor el remedio que la enfermedad: que, como dijo el Che Guevara, detrás de “Chana” venga “Juana”.
Entre comentarios, reseñas, investigaciones, aciertos, metáforas y vacilaciones, palabra a palabra, día tras día — envuelto en el laborioso acontecer educativo, económico, poético y social –, el despliegue de opinión fue ejercido a conciencia, otorgándole a mi discurso una ventana pública.
De ello me encuentro agradecido.
Por lo cual agrego: que si la lucha diaria en el periodismo de opinión suele fraguar la presencia de la discordia, también ofrece la valiosa oportunidad de generar respuestas, encause y extensión de argumentos, así como actos concretos, que bien pueden arrebatarle la máscara a los “falsos satisfechos”, entes sociales que esconden tras ella el origen de la miseria, el rencor o la insatisfacción, cuando empeñaros y denostaron con su desempeño público las riquezas de un país que a todos nos pertenece.
El desengaño político es una opción adecuada, así como la recuperación de la Educación fuera de la “Pedagogía Negra”, lugar donde los abusos son sistemáticos y los daños al fuero moral — por las implicaciones del castigo psicológico y sus tintes aleccionadores, fanáticos y disciplinarios — nos cobra la más cara de las facturas comunitarias: la entrega de las alegrías de vivir a cambio de un mundo del dolor, aderezado de un sin fin de adicciones — entre ellas, las drogas — y malentendidos existenciales que pudren nuestra Condición Humana.
Se podría alegar que hacer “diarismo crítico” es una tarea fácil, al alcance de cualquier pluma dispuesta, que sólo hay que ir por la temática según los vientos de temporada política, esperar a que alguien se equivoque o se desboque y listo.No es tan sencillo — no basta con dominar los elementos esenciales de la redacción y atender el “chisme” –, toda opinión pública acredita con sus argumentos su estancia y durabilidad. Que quede claro. Además están las amenazas y los agravios que se traducen en menosprecio y cancelación de oportunidades.
Mas el rencor de los ofendidos es también mi aliciente, la excusa perfecta para no ser un hombre obscenamente neutral.
Digo, agradezco que así se y, de ser posible – si tengo la suerte de que sea mi lector –, volverá a leerme en la emblemática “Crítica de la razón cínica”.